Desde
el puerto de Vegarada, pasando por los Arguellos, Las Hoces de Valdeteja, hasta
La Vecilla y su desembocadura en el Porma
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
Tengo
“el corazón partío”, como la canción de Alejandro Sanz, cuando me refiero a
alguno de mis ríos favoritos.
Me precio de conocer una mayoría de los ríos de España, algunos de La Patagonia chilena y Alaska y, siempre termino por “quedarme con los de casa”. Me refiero a la provincia de León.
Lo
del “corazón partío” es por lo complicado que resulta elegir uno sólo.
Los
ríos de montaña son mi debilidad, especialmente los de León. Aquí, elegir uno u
otro es más que difícil. Todos tienen un encanto especial.
Curueño,
Omaña, Luna, Torío, Bernesga, Duerna, Cúa, Burbia…por mencionar algunos.
Después, los de montaña y ribera como Esla, Porma, Sil, Órbigo…el caso es que
todos tienen “algo especial”.
EL
RÍO DEL OLVIDO
Es un maravilloso libro escrito en el comienzo de los años 80 del siglo pasado por un leonés, JULIO LLAMAZARES. Un relato a través de una forma personal de escribir de su tierra, espejo de la memoria en un tiempo de añoranzas de los años vividos porque, aunque Julio nació en el desaparecido pueblo de Vegamián (León), cuatro años después de haber nacido yo, muchas de las historias vividas en su infancia pasan por el río Porma y el Curueño.
Conocí
a su padre, mi primer maestro de escuela, que se decía antes, y seguro que con Julio compartí alguna
correría infantil cuando el destino asentó a mi familia en Olleros de Sabero, a
caballo entre Boñar y Cistierna. Curiosamente, después de años sin vernos, su
obra literaria y mi profesión, incluso por alguna amistad común, hizo que nos volviésemos
a ver. Ahora, verano sí o no, continuamos viéndonos por causalidad, siempre a
orillas del río Curueño.
Llamazares
pasa los veranos en La Mata de a Bérbula, cerca de La Vecilla y suele hacer
recorridos por su “río del olvido” y parar a comer en el Bar Sierra, donde
Avelino, esposa e hijas “cuidan” los estómagos más exigentes con ricas viandas
y pucheros de la montaña. Fuera de los fogones y la cocina, casi todos los
veranos coincido con Julio en el comedor del restaurante donde amablemente nos saludamos.
Julio,
seguro, tiene “el corazón partío” entre
el Porma que le vio nacer y el Curueño que le enseñó a disfrutar de la
naturaleza, el paisaje y el encanto de unas aguas cantarinas y puras como
pocas. Al igual, así estoy.
El
río Curueño, no lo dudo ni lo dudaré, es uno de mis favoritos a la hora de
salir a pescar pero, también lo son el Duerna, Torío, Luna, Bernesga y Omaña.
Puedo
contar mil y un aventuras por sus orillas pero éste artículo está dedicado a
los sentimiento surgidos una vez he releído el libro de Julio Llamazares “El
río del olvido”.
¿Por
qué?
Muy
sencillo, al releerlo he vuelto a disfrutar como la primera vez que lo tuve en
mis manos o quizás más.
Ese
“Camino de Santiago” subiendo desde Ambasaguas de Curueño, hasta el nacimiento
del río Curueño en el Puerto de Vegarada, me ha llevado a las tres veces que
realicé el camino a Santiago de Compostela pero, sobre todo a mis propias
vivencias a orillas del río de las “mil y una sinfonías de agua, paisaje y
paisanajes”.
Es
curioso, mi primer libro publicado, ARRIEROS EN EL CAMINO DE SANTIAGO, se basa
en las historias vividas y que me contaron peregrinos realizando “el camino”.
EL RÍO DEL OLVIDO, escrito justo 20 años antes, es también un “peregrinaje por
etapas”, recorriendo el curso del río Curueño y, al volver a leer el libro me
he puesto a pescar, disfrutar de los paisajes y saborear las historias vividas
por el propio Julio.
Desde la historia de Máximo Getino Zotes, de Gallegos de Curueño, hasta Santa Colomba dónde en la ermita había “un cepillo” pidiendo limosna para la obra, pasando por otra obra, la de la carretera de Nocedo de Curueño a La Valdorria que la estaban construyendo, la parada en el Balneario de Nocedo, cuando aún funcionaba y alguna camarera se acordará de los ojos azules de Julio, para llegar hasta La Venta de La Zorra, que así la conocimos antes de ser Venta del Aldeano, donde Valentín le dio acogida; las visitas a La Braña y Arintero donde las hijas de Abilio,
también recordarán al galán de Vegamián,con la Dama de Arintero como “testigo” fiel a la leyenda, o la dueña de la casa de “los duendes” en Tolibia, con el valle de Los Argüellos por testigo, que contó la historia del sacerdote que penaba culpas por pecados cometidos; Lugueros y Chana la cartera, Redilluera, Llamazares y La Cuevona con el Bodón enfrente con la historia del gigante de Villaverde, aquí de niño estuve en un campamento de la parroquia de Oviedo donde vivía por entonces, el río Curueño acompaña al viajero que nos cuenta historias hasta llegar a Redipuertas con el río Curueño bajando serpenteando de la montaña donde nace, entre aguas de mil fuentes con filtraciones de la nieve, y los rebaños llegados de Extremadura se preparan para volver a casa.
Mis sentimientos de pescador se unen a la obra de Julio Llamazares, el hijo de
primer maestro con el que aprendí las primeras letras en aquellas pizarras con
pizarrrines que, hoy serían como las tablets y ordenadores de nuestros hijos y
nietos.
ME
HE VUELTO A ENAMORAR
El río Curueño me ha vuelto a enamorar en época de pandemias y virus “chinos” que nos asustan y matan encerrándonos en nuestras casas o confinándonos perimetralmente, como dicen los políticos, que no los técnicos sanitarios.
Me
he pasado unas jornadas de lectura sintomática de pescador que “quiere y no
puede salir a pescar” donde los recuerdos de otros días me han devuelto la
alegría de querer seguir apostando por la pesca y el río Curueño como algo,
también mío. Por algo es uno de mis ríos favoritos.
Gracias
Julio por transportarme con tu obra a mi historia ayer vivida y hoy repasada en
mi mente y espero que a todos mis lectores en Pescarmona y Dónde y Cómo Pescar
en León y otros lugares, les haya entretenido con éste artículo y las
fotografías de un río que me tiene “el corazón partío” en mis preferencias
donde, el canto de los gallos de La Cándana,
Sopeña, La Vecilla,
Camporhermoso y Aviados aún retumba en
mi mente con sus plumajes llenos de brillo y tersura con los que confecciono,
por momentos éstos días, las moscas y mosquitos con los que pescaré la próxima
temporada en sus aguas.
CURUEÑO
“el río del olvido” que deposita sus aguas al Porma, cada día lo tengo más
presente.
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