LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona...

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viernes, 21 de abril de 2023

¿Los GALLOS DE PLUMA DE LEÓN son del Curueño o del Porma...?

 


¿Gallos de Pluma de León o Gallos de Boñar?

En Boñar eran conocidos antiguamente como Gallos de Río


Desde que el criador de origen leonés, JAVIER ESCANCIANO, comprase la explotación de Tomás Gil, en La Cándana de Curueño, ha vuelto “la polémica”


Un artículo de MIGUEL DELIBES publicado en 1986 en el diario ABC, demuestra que existían LOS GALLEROS DE BOÑAR que se dedicaban a la cría “gallos de río, de pluma fina”

 


Texto y fotos: Eduardo García Carmona y varios más

 



¿Qué ha sido primero el huevo o la gallina?

Una pregunta complicada de contestar porque mientras unos opinan que el huevo, otros apunta a la gallina, ¿no?


El caso es que aquí no pretendo polemizar más, lo mismo da pero para que exista el huevo, tiene  que haber gallina, ¿no?

Con esta premisa vayamos a los GALLOS DE PLUMA PARA LA PESCA que unos apuntan que para que sean tales, con esa denominación, han de ser gallos criados en los alrededores del río Curueño y que si salen de esa zona de influencia pierden tal condición. Nunca más lejos de la realidad.


Con el artículo escrito por MIGUEL DELIBES en el verano de 1986 y publicado en el diario ABC, se demuestra NO TODO LO CONTRARIO pero sí parte del éxito que está obteniendo el criador madrileño, de ascendencia leonesa, JAVIER ESCANCIANO, con su explotación a orillas del río Porma, en Boñar que, aunque no lejos del Curueño con el que se une kilómetros más abajo, está

consiguiendo una explotación única donde con su trabajo y mucho esfuerzo está llevando a aquellos gallos que “se perdían” o degeneraban perdiendo la calidad de su pluma, a que éstos vuelvan a ser los de antes, con un brillo, moteado, tersura, brillantez y calidad que hacía tiempo no se veían. Es más, puedo apuntar que

algunos pardos han “revivido” a su pasado glorioso y no digamos de sus INDIOS, donde el indio cristal, plateado o incluso el indio acerado está cobrando de nuevo “vida”. Y es que parte de todo aquello que nos legaban los criadores o galleros antiguos, puesto de manifiesto en el

MANUSCRITO DE ASTORGA, DE 1624, está volviendo en el siglo XXI, gracias al trabajo de éste criador.

Lo cierto es que no es “por arte de magia”, sino por el trabajo realizado por ESCANCIANO y su esposa el que se vuelvan a recurar “aquellos gallos” que parecía que


se habían esfumado de León para desgracia de miles y miles de pescadores y artesanos de las moscas de pesca.

Gracias, Javier y para que cada uno saque las conclusiones que quiera, aquí está el artículo completo del maestro MIGUEL DELIBES.

 


LOS GALLEROS DE BOÑAR, REPORTAJE DE MIGUEL DELIBES publicado en ABC en 1986

 

Especiales, son gallos especiales, gallos que sólo se dan aquí, en estos pueblines, que sale usted de ellos y ni en Nocedo, ni en Valdorria, ni en La Mata de la Riva, ni en el mismo Boñar, que está ahí pegando, se crían. El por qué no me lo pregunte, porque, mire usted, el que un pollín de estos se críe en La Cándana y no se críe en La Vecilla, que está a un paso y más alto, es algo que no se explica, pero así es.


Cada gallo va a juego con su gallina, o sea una gallina corriente, de esas rojas que ve usted ahí, no vale para el cruce, vale para huevos pero no para hacer pollos. La gallina tiene que ser negra y gris para la pluma india, con una collarina amarilla tal que así, por el pescuezo, que es de donde se saca la pluma que llamamos flor de escoba.

Los galleros de Boñar no se dedican a la cría de gallos de pelea, sino a la cría de gallos de río, de pluma fina. El gallo de Boñar (León), de una zona


concreta de Boñar -Ranedo de Curueño, La Matica, La Cándana, Campohermoso- es un gallo de pluma lustrosa y jaspeada, apropiada para fabricar mosquitos para la pesca de salmónidos. Al decir de los entendidos, el gallo que se cría en esa zona no puede aclimatarse en otra, pierde el lustre y, en consecuencia, su poder de

seducción. De ahí que el mosco de Boñar se cotice más alto que el mosco de otros pueblos y regiones. Y de ahí también el jubileo que esas plumas provocan, bien de pescadores que prefieren manufacturarse sus engaños, bien de fabricantes de moscas, bien de

los primeros que actúan como intermediarios y venden al por menor en la ciudad lo que compran en el campo al por mayor. «Alguno de esos ha hecho un dineral, menuda», le asegura al cronista AMELIA ROBLES, viuda, vecina de Ranedo de Curueño, que se gana la vida pelando trimestralmente dos docenas de gallos que ahora merodean en torno a la casa,

escarbando entre las boñigas, emitiendo triunfales quiquiriquís. Sus vecinos, «diez, once, no, doce, también crían gallos, como todos los habitantes de esta zona, porque aunque no nos hagan ricos, algo dejan». Conmueve el recelo de esta anciana que toma al cronista por un inspector que viene a husmear en los ingresos que le procura su

modestísima industria. Tras de la casa se empinan los prados y más arriba riscos cubiertos de nieve deleznable que empieza a fundir. El agua canta en las cárcavas y corre a engrosar el caudal del Curueño, al fondo del valle, que, más abajo, afluye en el Porma. En las faldas, entre río y montaña, bosques de robles con hoja de invierno. Matos de brezo y escoba, hirsutos, encogidos, sin florecer aún.


“Aquí, a Ranedo, los primeros gallos que hubo vinieron de La Matica. En La Matica, La Cándana y Campohermoso, yo he conocido estos gallos de siempre, desde que era chavala. En cambio, en Matallana, que está a un paso, ya no. Bonitos ya lo creo que son, pero hay que ver lo que comen, y de lo bueno no crea usted, que los mis

pollines se alimentan de maíz, trigo y cebada, más un poco de fresco que cogen de las alfalfas. Y, también de vez en cuando, los vacuno, una vacuna contra la cólera o la peste o como la llamen. Los vacuno de recién nacidos, sí señor, apenas echan la capa, una vacuna de la

botica, y luego los vuelvo a vacunar, cuando se tercia, que por un ejemplo, llega un día mi nieto y me dice: 'Abuela, a Fulano, el de La Matica, se le está muriendo un pollín'. ¿Se da cuenta? Entonces voy yo y los vacuno. Y como yo todos los vecinos del pueblo. Y así hasta otra. Hay que atenderlos, que un gallo de estos vale mucho dinero, hasta diez

mil pesetas, que una vecina mía vendió cinco el año pasado y cincuenta mil pesetas le dieron. Por eso, tanto los pollos como los huevos son especiales, que hay que ver la sustancia que tienen los huevos estos, que los de granja los echa usted en la sartén y se quedan aplastados, como la suela de un zapato, y éstos aumentan, se ponen

blanquines, se rizan, da gusto verlos. En cuanto a los pollos, si valen lo que valen es por el lustre, ni más ni menos, por la raza, que desde que nacen, una vez que a los siete meses les hago la limpia, la capa ya tiene brillo, unos más que otros, natural, que, por un ejemplo, como el de flor de escoba hay pocos.


Claro que para que le salga a usted uno bueno de flor de escoba hay que tener paciencia, aunque le advierto que el corzuno, que tiene la penca más fina y así como escalerada, también se paga muy bien. El lustre es de condición, como le digo, de raza, pero para que no lo pierdan, tiene que andar el animal al aire libre y al sol, que los encierra usted un par de días y ya lo han perdido. Y lo mismo si le saca usted de aquí. Saca usted un pollo de estos pueblines y en seguida se degenera y, en cambio, le lleva usted de aquí a La Matica y se queda igual,

qué digo igual, acaso mejor, ya ve qué cosas. Es como las gallinas de pluma india, esas grisinas que ve usted ahí tan guapas. Bueno, pues una gallina de esas mejor cría en La Cándana que en cualquier parte. Y tengo ahora veintidós gallos de pluma distinta, que cada luna la trucha quiere una diferente, por lo

general de negra a blanca, conforme van templando las aguas. Y he llegado a quitar catorce mazos del lomo de un gallo. La colgadera ya es otra cosa, se paga menos. Pero he tenido gallos que entre plumas de lomo y colgaderas me han dejado más de veinte mazos. Y si cada mazo tiene doce plumas y las pelas se hacen cada tres meses, eche usted cuentas. Tanto da en invierno como

en verano, sí señor, siempre que la pela se haga en menguante. El mazo puede valer hasta 500 pesetas, pero eso son los buenos, buenos, los más pasaderos no se pagan arriba de 150 ó 200. Una vez pelados, a los tres meses la pluma vuelva a salir, ni más fuerte ni más floja, aunque a veces la nueva tiene más lustre. Lo de pelar un gallo no tiene ciencia, mire, yo le cojo talque así, con esta

mano le sujeto y con la otra le voy quitando pluma a pluma, eso sí, sin tirar para arriba, con cuidado, empezando por el pescuezo y terminando por el rabo, Luego le quito todo alrededor y unas pocas colgaderas y, una vez que tengo doce plumas, ato los mazos con un hilín y las voy cosiendo en un cartón para

que el plumero las vea como es debido y al gallo le unto bien con aceite para que la pela dura no se le infecte. La vida de un gallo, como la de las personas, dura lo que Dios disponga, pero yo tengo gallos de seis años y cuanto más viejos son, mejores plumas me dan, o sea, más largas, de más obra. Por eso yo nunca sacrifico a los mis pollines, se me mueren de viejos. Y puedo decirle otra cosa: la carne de estos gallos es

más rica que la de los otros, tiene poco momio porque este gallo no es de ceba, pero sustancia, ¡ay, madre, qué sustancia tienen estos animales! ¿Si sube gente por pluma? Más cada día, y eso que el negocio está difícil, que hay que ver lo que cuesta hoy alimentar a estos bichos. Si le dijera que por un saco de trigo de cincuenta kilos estoy, pagando dos mil pesetas, no se lo cree. Y los mis pollines se comen un saco de esos en quince días, incluso ha habido meses de gastar tres sacos, que a mí me gusta echarlos a los pobrines y ellos nunca se sacian. Eso sin contar otras quiebras que hace tres años, con eso de la contaminación, la gente no pudo pescar y una servidora se quedó con toda la pela en casa. ¡Ni una pluma vendí!


Y lo mismo le digo de los bichos esos, el raposo o el garduño, o como los llamen, que el invierno pasado a mí me mató cinco pollos y treinta a la mi hija, hágase cuenta, pero de los mejorcitos, ¿eh?, muchos de ellos de flor de escoba, eso sin contar los pavos que cría para Navidad. ¿Mosquitos? Eso depende. Hay plumas de mucha obra de las que

salen hasta tres, pero lo corriente es uno o dos. De todos modos, si el mazo de plumas se vende a doscientas pesetas y el mosco a ochenta, ya ve usted si trae cuenta. Eso si no compra usted colgaderas, que tienen más obra y cunden más. Así es que los clientes suben de todas partes, de León, de Santander, de Bilbao, ¡hasta de Madrid suben, hágase idea! Pero a nosotros nos trae más cuenta que vengan los plumeros, los del oficio, porque aunque pierdas mil pesetas con ellos, te dan el dinero junto y se llevan todo, lo bueno y lo malo.


Para la mosca seca se usa una pluma especial, las colgaderas esas que son un poco ablancadas, o esas otras pequeñitas, de junto a la cabeza, que es peligroso quitarlas porque a lo mejor el gallo se muere. Yo sólo las quito a veces para complacer a una amistad, para un señor que responda, ¿me entiende?, que hay uno de Madrid que cada vez que viene por casa me pide unas plumas de esas, pero muy atento me advierte: 'Señora Amelia, si el gallo se muriera por esto, el día que vuelva por aquí se lo pago entero, ya lo sabe'.”

domingo, 16 de abril de 2023

COTO DEL BURBIA...

 



COTO DEL BURBIA
un encanto más de León en El Bierzo…

Una delicia para los pescadores en El Bierzo

Tramo lleno de belleza natural y especial para pescar y pasar una gran jornada en plena naturaleza

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 


Es totalmente distinto a lo que una  mayoría espera encontrarse. El pescador cada día se hace más cómodo de acuerdo con las tecnologías. Ya no gusta madrugar, se pesca a pluma o mosca seca, generalmente y aquellos madrugones que había que meterse en el cuerpo cuando la mayoría pescaba a cebo natural o cucharilla, se han convertido en horas tranquilas bajo las sábanas.


Merece la pena darse un madrugón
para acudir a un lugar único e incomparable en la provincia de León: el río Burbia en su zona alta entre Veguellina y el puente de Sotelo, más allá de tierras de Villafranca del Bierzo. La magnitud de aquellas tierras es tanta como sus montañas, donde algunas cumbres suelen conservar nieve varios meses al año. Su belleza no tiene parangón. La hermosura de Villafranca,  ahora con los árboles en flor, las praderas repletas de vida y verdor,”la calle del agua” y en su valle las ricas huertas mimadas y cuidadas, cantada por los poetas, hacen posible que uno esté contemplando un cuadro de un gran pintor.  Cogiendo la carretera de montaña que nace al lado del parque de Villafranca, uno comienza a encontrarse en otro "mundo".


La carretera hasta nuestro destino incita al desafío y la valentía. La calzada es estrecha. A un lado, la montaña por aliada. Al otro, el río Burbia y los grandes desniveles que sobrepasan los 100 a 200 metros. Al cruzarse dos coches, los nervios, la excitación con la adrenalina en flor, te hacen sufrir. La belleza de alrededor es tanta que uno se siente con un éxtasis especial como si estuviese en el “cielo”.    


El Burbia
baja enfurecido por el deshielo en invierno. Desde la altura el paisaje es de postal. En lo más profundo, el río baja clavado en la montaña y sus aguas, bajan limpias y transparentes, algo azuladas o verdosas en las zonas más profundas, pero salpicando canción en su discurrir repleto de arboledas nutridas y escasos claros donde el pescador agazapado espera con ansiedad la picada de la singular "pintona" que hoy, más que ayer se encuentra protegida por un líquido elemento cortante y bravucón, aunque escaso, que hace más complicada su captura.


Las estrecheces de la carretera continúan siendo las mismas del curso del río. Las curvas del asfalto, simulan el serpenteo del Burbia. Todo va parejo. Pasando el Puente de Sotelo y hasta el siguiente puente, y próximo a Paradaseca, la profundidad del río, no deja oportunidades  al pescador. La vegetación cerrada dificulta con creces la labor del aficionado, pero los olores de la urz y los árboles, que gozan de la primavera, animan a conseguir alguna pieza, pese a las dificultades.


Las bajadas hacia el río son escasas  y se hacen eternas. Las subidas, interminables. Se llega al segundo  puente y comienzan a verse claros. Por medio, un pequeño valle que está a caballo entre los montes de subida a Paradiña y Paradaseca.


Se deja la carretera de Paradaseca y se coge la que sale  a mano derecha con dirección a Veguellina o Vegueliña y Aira da Pedra. Esta zona del coto, quizás, es la mejor para el pescador. El Burbia se encuentra algo más abierto, pero la vegetación espesa y repleta de maleza, hace imposible “caminar y hacer sendero”.

Dicen que para pescar el coto del Burbia es imprescindible que baje con poco caudal, para poder vadear el mismo y no tener que atravesar la maleza, que se convierte en auténtica enredadera natural metida entre los árboles. El paisaje, ahora más abierto, incita a la admiración. La belleza de esta naturaleza sin par en El Bierzo,  es digna de envidia y nostalgia cuando se deja atrás. El Bierzo, señores, es punto y aparte. Un reducto aún sin explorar, que atraería al turista más exigente, porque él Bierzo en esta zona, es una auténtica delicia, que para el pescador todavía es mucho más.


EL COTO

Para acudir a pescar al coto del Burbia desde  León, hay que llegar primero hasta la ilustre ciudad bimilenaria de Astorga, para después por la Nacional VI Madrid-La Coruña, acceder hasta Ponferrada y desde aquí hasta Villafranca del Bierzo. Atravesada esta última localidad, se coge la carretera a Paradaseca y Veguellina, una carretera que da vértigo. En total 145 kilómetros de aventura desigual. Primero, la gran circulación existente en la Nacional VI. Después, la dificultad de una bella carretera de montaña.


El límite superior del coto se encuentra en el Puente de madera de Veguellina o Vegueliña. El inferior en el Puente de Sotelo.

La longitud del acotado es de unos ocho kilómetros (7.700 metros). La anchura media del cauce del río Burbia, muy raramente sobrepasa los 10 metros. Se trata del clásico río de montaña con mucha pendiente,  que si lleva agua del deshielo, prácticamente se hace “impescable”  debido a la "fiereza" y bravura de las aguas. Cuando el río Burbia baja normalizado es un placer poder pescar en él. El curso es de canto rodado y rocas, con muchas y buena protección para la trucha.


La abundancia de trucha común es notoria, si bien su tamaño no es el deseado por el pescador. Se trata, no lo olvidemos, de un río de montaña con aguas muy frías, donde la trucha tarda mucho más en hacerse adulta. La alcalinidad de sus aguas, son otro factor a tener en cuenta, pero la abundancia de ejemplares, es de elogiar. La contaminación prácticamente es nula y se remite a lo que vierten las escasas poblaciones que se encuentran próximas a sus orillas que, además, están poco habitadas.


Existen multitud de arroyos y riachuelos que vierten sus aguas al río Burbia a lo largo de sus casi 8 kilómetros de acotado. La mayoría no requieren mayor significación, a excepción del arroyo de Cela y el arroyo de Paradaseca, que vierten sus aguas por la margen derecha a la altura del puente de Sotelo y el puente hacia Paradaseca-Veguellina, respectivamente.

Está prohibido pescar a cebo natural.


MEJORES ZONAS DE PESCA

El río Burbia en esta zona alta presenta muchas complicaciones al pescador al comienzo de la temporada. Según va avanzando la misma son corregidas por la propia naturaleza. Las márgenes del río están muy pobladas de arboleda, monte bajo, matorrales y maleza, que dificultan el caminar, más teniendo que llevar la caña, que constantemente se traba entre las ramas y maleza.


Cuando el curso trae menos agua, el río se puede vadear y la pesca se hace mucho más cómoda. En época con abundante caudal, las tiradas son escasas y los remansos casi nulos. Se trata del clásico coto para pescar a cucharilla, con caña de escasas dimensiones. Con el comienzo del verano el río presenta muy buenas condiciones para pescar a mosquito ahogado y mosca seca, con buenas tabladas y pozos de mucha profundidad, donde las pintonas tienen refugio. 


Las mejores zonas
 de pesca, se encuentran en la parte superior del acotado, desde el puente de la zona media del coto donde vierte sus aguas el arroyo de Paradaseca. Se trata de la zona más abierta y bonita para pescar. En esta zona, las tabladas y corrientes se suceden. Las aguas suelen ser rápidas, pero con menos caudal, las zonas remansadas son buenas para el arte del mosquito ahogado, aunque lo mejor, es pescarlo a cucharilla, o en tal caso a pluma, pero con caña corta y cuerda de

tres mosquitos y sin rastro, por el peligro de enganchar en la maleza de las orillas. Nada más coger el cruce de Paradaseca se encuentra un antiguo molino, donde existe una buena entrada por un camino que nos conduce hasta él, aunque con bastante 
pendiente. Después una buena pradera, lugar donde dejar el coche. Es el tramo más frecuentado por los pescadores. Aquí, existen unas hermosas tablas para la pesca a cualquier modalidad y buenos pozos. Después, se vuelven a cerrar las orillas, para unos 200 metros, más abajo, encontrarnos otra hermosa pradera con tablas similares en el río. Desde el puente de Paradaseca hasta el de Sotelo, las dificultades para el pescador se suceden, pero el río presenta múltiples oportunidades a los amantes del más difícil todavía. Este coto es muy bello y especial para pescar.