LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona...

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domingo, 30 de mayo de 2021

Pescando el coto DUERNA “bajo presión”…

 

El autor junto a Benito Lozano


CUANDO LAS TORMENTAS
“atormentan al pescador”

Pese a todo y con truchas pequeñas, pescar el DUERNA en León es pura poesía entre agua y paisajes

Y si además finalizas la jornada en el bar de Filiel, donde Víctor y su esposa te ofrecen la mejor cocina casera, aún mejor

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 


El coto del DUERNA, como tal, nació en León de la idea del responsable de pesca en la Delegación Territorial de la Junta en León, allá por 1984, JAIME GONZÁLEZ. Jaime, es un asiduo de la pesca en términos generales aunque, metido en años actualmente, lo tiene más complicado. Este ingeniero Agrónomo que cuando llegó al servicio de pesca de León se dedicó a “pisar” los ríos para conocer sus problemas, fue el creador de los cotos del río Duerna: Priaranza y Duerna.

Asiduo de pesca en el río Cabrito, especialmente, al igual que del Ballina, creyó oportuno crear estos dos cotos en un río sin par sabedor que con la llegada de “la modernidad” a la zona aquella maravilla natural sería esquilmada. Un


acierto entonces, ahora la situación se comienza a complicar con el paso de los años y la vuelta en los veranos de “los hijos de los pueblos” ribereños y la falta de vigilancia parcial porque a los pescadores nos vigilan, aunque sea para pedir permisos, y poco más.

Una pena que al paso que vamos, en la era de Internet, lo bueno solo sirva para ser esquilmado.

Pese  todo, año tras año vuelvo a Priaranza y al coto del Duerna con la única intención de volver “al paraíso”, que aún lo es esta zona en la falda del majestuoso TELENO, pese a “meterme para el cuerpo” cinco horas de viaje con más de 400 kilómetros desde Gijón a Filiel.


LAS TORMENTAS APAGARON EL FUEGO

Las tormentas en la montaña son lo peor para el pescador pero ha sido lo mejor para apagar el fuego de la majestuosa montaña del TELENO que, debido a unos ejercicios de tiro del ejército, llegó a incendiarse y si no es por ellas, no termina de extinguirse después de tres días.


BENITO LOZANO
y quien esto escribe, acabamos de llegar de pescar el coto del DUERNA, en León y, lo que pude ser una jornada de éxito total, se convirtió en una buena y regular jornada de pesca, respectivamente. Muchas capturas, Benito y muchaaasss menos yo pero, con una docena a la mano me conformo. Benito, incluso, sacó alguna de buen porte para ser el río Duerna en la parte media del tramo acotado.


Las tormentas, a partir de las 14 horas, una tras otra, como si estuviesen girando a nuestro alrededor, llegaron a acongojarnos. Vamos, pasamos miedo y por eso nos fuimos para Filiel y el Bar de Víctor donde, como siempre, nos atendió de maravilla, además de tener reservados CUATRO tarros de miel de brezo, “made in MARCE”. Los chuletones de ternera de la montaña del TELENO, excelentes y en su punto. Un lugar recomendado para degustar la más rica cocina casera de la zona.


La jornada de pesca no dio para mucho a causa de las tormentas que nos “atormentaron”. Pese a ello y pescando tranquilos de 12 a 14 horas, más o menos, abundaron las capturas de truchitas saliendo, de vez en cuando, alguna de mejor porte pero pocas.

Benito no conocía el Duerna y marchó encantado por la pesca y el encanto del río y alrededores, aunque asustado con alguna culebra. Disfrutó de la única trucha de más de 30 cms. aproximadamente, según el propio pescador, porque yo no la vi, en la caída de un buen pozo, siendo muy trabajada y disfrutada. Una alegría.


Si quieren apuntar las moscas favoritas de las pintonas del Duerna en un día de “perros” como ha sido el 29 de Mayo de 2021, han sido:

- la más tomada, UNA SARNOSA HEMBRA.

- Segunda en preferencia truchil, un amarillo muy pálido con brinca gris.

- Tercera, La Carmonina.


El amigo Beni

Poco más que contar pero pese a “la diarrea tormentil” volveremos si podemos y lo haremos con nuestro estimado amigo, BENIGNO PERFECTO SÁNCHEZ (Beni), convaleciente en el hospital, que se perdió la aventura aunque, como es "brujo" debió adivinar lo de las tormentas y se quedó sin pescar en ésta ocasión.
Los chuletones de Filial, bar de Víctor.

viernes, 21 de mayo de 2021

Jornada de pesca en el Coto de Felmín el encanto de la montaña leonesa…

 



Entre la gloria de Valporquero y las pintonas del Torío

En plena tierra de los Argüellos una delicia de paraje natural con Las Caldas de Getino cerradas

“Las ventas” de Gete y la casa de Paulino Gutiérrez “el guarda de El Castillo”

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 


Llegar a la orilla del río Torío y encontrar un día maravilloso en lo climatológico es señal de estar en la gloria. Así es porque hemos estado mis compañeros y yo: Benito Lozano, José Luis Méndez y Benigno Perfecto Sánchez en una de las zonas más brillantes de León, que son muchas.


La montaña de Los Argüellos la vislumbramos cuando subimos y bajamos la collada de Cármenes desde Villamanin, dado que tres acudimos de pesca desde Asturias y el otro desde León.

Toda la zona es una maravilla natural sin paragón y más en primavera cuando las urces y rosales salvajes están en plena evolución floral. Los contrastes de colores son múltiples porque hasta las


praderías ofrecen un manto especial de margaritas y otras flores. Con éste panorama y ya en Cármenes, en lugar de subir hacía Pontedo y Piedrafita, bajamos dirección al arroyo de Valvervín, afluente del río Torío, al que ya habíamos “saludado” por la margen derecha de la carretera escondido entre árboles y maleza que baja con poderío. Con la aportación del Valverdín, el Torío cobra más fuerza y ensancha algo. Aquí comienza el coto de Felmín, nuestro destino de pesca.


Con las miradas puestas en el río y los comentarios habituales de los pescadores, llegamos a Gete, donde un puente antiguo muestra la parte antigua junto al nuevo que une la localidad con la de Getino, que está un par de kilómetros más arriba. Por medio, el antiguo molino clausurado hasta en su hueco por donde volvía al agua al río.


Nos encontramos, antes de llegar al puente, La Venta de la Herrera, cerrada hace unos años, posada antigua para caminantes y pescadores llegados a estos lares a degustar la rica cocina de la montaña leonesa, esa cocina con pucheros de patatas con carne y similares, o las mejores truchas fritas que existían con tocino o jamón.


En ésta venta de La Herrera, donde se conserva el tendejón de verano para comer al aire libre, nació Paulino Gutiérrez, el guarda jubilado hace unos cuantos años en El Castillo, río Omaña, y que primero lo fue en Felmín.

Ya en el cruce, la venta más antigua de todas con casi dos siglos de existencia y una cocina casera exquisita que recomendamos. Es la Venta de Getino o Casa Amador, como se la conoce, aunque con anterioridad era LA VENTA DE AMPARO.


Amador y Mirta
son los actuales dueños y los que, desde hace un puñado de años, han seguido la tradición de una de las cocinas más deliciosa de todos los Argüellos. Tiene muchas especialidades y todas son excelentes. Nosotros siempre encargamos lo mismo: ensalada de lechuga de la huerta propia, con tomate y cebolla y cordero “asado-guisado” con patatas de casa que son una delicia. Los postres son caseros y Mirta una buena cocinera y anfitriona.

Una vez tomado el café con un orujo de miel y haber encargado la comida para la hora tardía de todo pescador, partimos para la “ceremonia”.

 


LA CEREMONIA DE LA PESCA

Vestirse de “traje de luces para la faena de la jornada” es otra historia. Antes, volvemos a “remirar” el río junto a Las Caldas de Getino, cerrada. Una pena porque siempre han sido un punto de encuentro de miles de personas para tomar sus aguas calientes ricas en sulfuros para reanimar las piernas, pies y cuerpo de cualquier humano que las necesite.

¿Por qué las han dejado morir después de una remodelación de hace unos años?


Nadie lo sabe pero, quienes acudimos allí creemos que se trata de una dejadez institucional y algo que había que mantener y conservar, NO ABANDONAR.

Con las termas de Las Caldas de Getino de testigos y bajo la sombra de un ciruelo, nos cambiamos poniendo nuestros “trajes de faena” y ajustando vadeadores, botas y cinturones. Después a preparar cañas y carretes.


Unos elijen la zona media, antes de Felmín, para pescar. Otros, un kilómetro, más o menos,  aguas debajo de Getino.

La mirada al río Torío nos demuestra que baja algo alto y tomado, con aguas frías, lo que presagia no una buena jornada de pesca pero, nunca se sabe.

El arte elegido es pesca a la leonesa y ninfa.


Como es algo temprano para la pesca a la leonesa, quien más, quien menos, de una u otra forma se decide por la ninfa.

A la hora de la comida pude comprobar que mis compañeros no habían tenido mucha suerte y, aunque habían  sacado algunos ejemplares, incluso de buen porte, tampoco habían disfrutado.

Quien estos escribe, en sus tres primeros lances, a eso de las 11,45 horas, tres truchas pequeñas pero, tres truchas a la mano. Creí qe el día sería maravilloso pero en los siguientes lances, más arriba de aquella primera tabla, arrastré alguna truchita más pero sólo eso.


La ninfa utilizada era una oreja de liebre, con un cuello lila brillante.

Como continuaban dando tirones de vez en cuando y no sacaba más, cambié la ninfa a una madera con bufanda naranja. Nada de nada. Puse el “gasolina” y comenzó la fiesta. Cada lance, prácticamente era una trucha. Todas ellas pequeñas pero poderosas. Pequeñas porque no llegarían a los 18 o 19 centímetros, aunque alguna mayor también salió a la mano. Una gozada.


Se terminó la historia a ninfa porque dejaron de morder al engaño y fue cuando comenzaron, a eso de las 14 horas, más o menos, a salir alguna mosca. Vi pululando un pardón y allá que puse la leonesa con el pardón de lino o esparto de fontanero y, al primer lance conseguí la mejor trucha. Después de algunos tirones, como las demás moscas no me daban el fruto apetecido, cambié algunas y sólo el pardón y “la carmonina” me daban algunas truchas.

Ni el lila, ni crema con costera, ni…ni, ni…sólo eran estas dos moscas las que me daban piezas, hasta que a eso de las 15,25 que saqué la última al pardón, dejaron de comer y, tras varios lances en tablas preciosas que tenían que dar fruto y no lo dieron, dejé de pescar, uniéndome al grupo que se había despojado de vadeadores y estaban refrescando la garganta en la terraza de Casa Amador. Habíamos quedado a las 16 horas para comer y, con unos minutos de retraso, ya estábamos en la mesa. Lo demás, ya lo ven ustedes en la mesa. Una delicia de comida y amistad.


Hasta el año que viene porque coger sobrantes es complicado para éste coto.

 

martes, 18 de mayo de 2021

El puente de La Omañuela, la capilla de San Salvador y Alfredo “pedáneo y pescador”…

El río Omaña desde el campanario


Una riada en los años 80
se llevó el puente y lugareños, amigos y pescadores contribuyeron a levantarlo

La iglesia de San Salvador y su campanario “vigilan y cuidan las truchas” del río Omaña

Ha pasado de tener 66 habitantes  en 1920, a los 4 habitantes actuales

 


Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 

Nunca una pésima jornada de pesca me ha dado para escribir tanto y no de pesca. No era mi intención pero si no se pesca, las horas hay que distribuirlas en otros menesteres y, los recuerdos “a lomos del campanario” de la iglesia de San Salvador, en La Omañuela, ha hecho posible un repaso a mi propia historia de pescador por aquellas aguas.


DESDE EL CAMPANARIO DE SAN SALVADOR

Tras una jornada mala, muy mala de pesca en el coto de La Omañuela donde cuatro amigos: José Luis, Benito, Chingli y yo nos juntamos para disfrutar, sólo dos de ellos consiguieron llevarse algunas (pocas) truchas a la mano. José Luis y yo nos conformamos con “el rosco” y entre los otros dos no llegaron a los dedos de una mano. Una pena.

Cansados de patear las orillas y el río Omaña, José Luis y yo nos dedicamos, tras comer en el área recreativa, a conocer un poco más La Omañuela, lugar de quedada de miles de pescadores a lo largo de cada temporada. Es el encanto de éste tramo acotado y el de la zona libre que se encuentra por encima del puente.


Hicimos una visita al campanario de la iglesia tras comprobar que la entrada a la iglesia continúa trancada con la llave antigua, además de un candado a mayores.

El soportal de entrada, con un particular escaño o tronco que sirve para aposento, con un tapial enfrente como cobijo y defensa para el visitante y viajero pescador es la mejor defensa para los aficionados a la pesca en días de lluvia.


Una empinada escalera bordea el exterior de la iglesia y nos lleva hasta el campanario, hace algún tiempo restaurado. Dos campanas con buen sonido al golpear los badajos, dan muestra del poderío de las mismas para la comunicación entre lugareños. Aún al día de hoy son el mejor vehículo de transmisión de buenas nuevas, o malas, dependiendo del momento. Escaso bagaje para una mínima población que según Alfredo, quien fuese pedáneo de la localidad, llegó a tener casi cien habitantes en sus mejores momentos. Hoy, en invierno sólo viven cuatro o cinco vecinos y todos metidos en el envejecimiento clásico de los pueblos donde la juventud no quiere morar, salvo para las fiestas del pueblo.


Desde el campanario y con el ventanal del que cuelga el “bronce tañido”, los dos elementos que tiene la iglesia nos muestra el lugar de confección de las mismas, Saldaña (Palencia).

Por los ventanales se otea el río Omaña y toda la localidad, que tampoco está compuesta por muchas casas, unas 20, y todas deshabitadas en invierno.

El campanario de la iglesia de San Salvador es el “vigía” del río, también.

Allí surgen los recuerdos.


DEL VIEJO AL NUEVO PUENTE

A finales de los años 70 del pasado siglo, tuve la oportunidad de pescar por primera vez el coto de La Omañuela. Después han sido muchas veces más con jornadas de gloria pesquera, de disfrute, amistad y familia.


Viendo el puente de madera llega a mi mente el antiguo que conocí, sin protección lateral. Era un puente construido por los lugareños a base de troncos de árboles talados, reforzando con tierra y tapines para que ganado al pasar no metiese las patas y quedase atrapado. Estaba envejecido como su población pero daba servicio.


Con la llegada de los años 80, un día cualquiera que fui a pescar con Maelín el de Santa Olaja, Pepe y Bagardi, junto con nuestras respectivas familias y niños, comprobamos que del puente no quedaba nada. Miento, quedaban cuatro maderas. Se lo había llevado el río Omaña en un invierno “loco” donde las nieves que traen bienes, llevaron la desolación a los habitantes de éste pequeño núcleo poblacional.


Como no hay mal que por bien no venga, que se anuncia en el dicho popular, lo que parecía una tragedia, que en verdad lo fue, se convirtió en solución y el alcalde pedáneo, Alfredo (hoy con 94 años y un excelente aspecto) puso “manos a la obra” y con la ayuda del pueblo, amigos y pescadores volvió a poner sobre las aguas del río EL PUENTE. También colaboró el ayuntamiento, Riello, La Diputación y otras entidades pero, en principio fue la acción ciudadana y la “colecta” entre pescadores y visitantes la que hizo posible que el empeño del pueblo se hiciese realidad.


Desde el campanario recordé aquellas cien pesetas con las que contribuimos cada uno de los cabeza de familia que acudíamos a pescar el coto. Además, comprábamos miel y huevos que eran excelentes. Ahora, nos contaba Alfredo, “no quedan ni gallinas” en el pueblo.


Si el dinero recaudado era destinado al puente, la carretera de acceso desde Pandorado a La Omañuela era una necesidad acuciante para las gentes del lugar. Era un acceso de tierra y piedras que, en invierno, era difícil y complicado de usar, especialmente en la bajada con la curva cerrada que había en la entrada de la localidad donde nuestros coches, principalmente a la vuelta de la jornada de pesca, patinaban sin remisión en aquella curva cerrada y empinada. Fueron otras entidades como la Diputación de León la que se encargó de ensancharla y asfaltarla años más tarde. ¡Milagro!


La Omañuela, con el recuerdo de años hace se muestra a mi ojos, como un pueblo “abandonado”, sin moradores. Un pueblo triste. Viven cuatro o cinco en invierno y el que fuese su pedáneo, Alfredo, tiene 94 años, poco menos el resto. Buena parte de las casas están abandonadas. Es la despoblación que sufren los núcleos rurales en toda España. Una lástima.


De ahí que los pescadores siempre sean bienvenidos a La Omañuela porque, al menos, traen la alegría humana un lugar ensordecido por la falta de otros ruidos que no sean el agua, viento o algún ladrido de los perros, que también son pocos, por no decir que uno sólo.


La Omañuela, un lugar entrañable, tranquilo y bello para el visitante y enmudecido” para los cuatro moradores del lugar salvo en verano donde visitantes acuden a la zona de recreo y merenderos y a darse un chapuzón para refrescar la piel en los días más tórridos del verano de Las Omañas y romper la paz y silencio de la localidad.


El día 6 de Agosto, es el “día de la O” porque además de celebrarse la fiesta del patrono, San Salvador, llegan los “hijos del pueblo” principalmente asentados en tierras asturianas, principalmente en Oviedo y Gijón.


ALFREDO, PEDÁNEO, PESCADOR Y MONTADOR DE MOSCAS


Capítulo aparte merece el que fuese alcalde pedáneo de La Omañuela, allá por los años 80 de nombre ALFREDO, "don Alfredo", quien con 94 años continúa paseando por el puente acompañado de su bastón y el perro. Ya no es el puente de ramas, maderas y tapines de las praderías próximas, no, no es el puente que se llevó el río en una crecida loca que casi se lleva hasta la iglesia. Es el nuevo puente que por su propia iniciativa como máximo responsable local, disfrutamos todos los que acudimos a pescar.

Alfredo, Alfredin o Alfredillo, como le recuerdan algunos pescadores a los que siempre “seducía” con sus historias de la gran trucha bajo la pilastra del puente, se muestra dicharachero con nosotros cuando le preguntamos. A la vez, mantiene las distancias pero se le nota que le seduce el diálogo.


Alfredo pasea su soledad reflejada en las aguas del Omaña, su río, del que sacó miles y miles de peces en sus buenos años que, incluso ayudaban a la economía familiar.

Alfredin era un consumado montador de moscas para la pesca que vendía entre los pescadores que acudían a la zona. Otra forma de sustento. Algunos aún le recuerdan con un carió especial porque no se escondía y mostraba su “sabiduría de pesca” a quien le solicitaba consejo o información. Algunas de sus moscas eran especiales para el Omaña. Ninguno de los consultados ha sabido decirme como eran pero los recordaban por su efectividad y porque no eran moscas al “uso”. Era el conocimiento que daban los días, semanas, meses y años, muchos años observando el río y los peces.



Ahora, a sus 94 años
muy bien llevados, continúa saliendo todos los días a pasear y observar el río y los peces.

Alfredo comenta, ya no es igual que antes pero aún tiene buenas truchas el Omaña. Se ha notado una importante mejoría”.


Qué alegría escucharle éstas palabras cuando le grabamos con nuestro teléfono realizando una entrevista. Por cierto, preguntó si era para la prensa o la tele…jajaja


Alfredo es un personaje singular y me atrevo a decir que único de los que hay que conservar “aunque sea en formol”.

Alfredo, Alfredin, Alfredillo…94 años llenos de batallas ganadas plagadas de historias, muchas historias que algún d´ñia nos contará con más tiempo aunque éste pasa rápidamente pero, como nos apuntó: “ya estoy vacunado y por eso no llevo mascarilla”.


Estaría bueno DON ALFREDO si está usted en plena naturaleza. Que Dios le guarde muchos años y que algún día nos muestre “sus secretos de pesca”. Gracias.
Río Omaña desde el área recreativa.