590 km2 formados por amplios valles fluviales con un desfiladero común en pleno Parque de Picos de Europa
Las
zonas de cola, tanto en el Esla, Yuso como Orza, presentan una gran
concentración de bogas en los meses del desove, Abril y Mayo
Texto: Eduardo García Carmona. Fotos: E.G. Carmona y otros
Tiene una extensión de poco más de 590
Kilómetros cuadrados y está formado por amplios valles fluviales cerrado por un
desfiladero común que se encuentra en el Parque Regional de Picos de Europa.
Los ríos principales que vierten sus aguas al embalse son el Esla, Yuso, Orza y
Anciles, amén de múltiples arroyos que bajan de las montañas próximas.
Las
aguas son aceptablemente transparentes y tienen un índice de mineralización
moderadamente bajo. La temperatura del agua oscila entre los 6º en invierno y
cerca de 20º en verano. La capacidad del embalse es de 651 hectómetros cúbicos,
siendo el mayor de la cuenca del Duero y uno de los 30 mayores de España.
Aunque nació como embalse para garantizar el riego de 80.000 hectáreas en la provincia de León y parte de Valladolid y Zamora, también tiene aprovechamiento hidráulico para la central hidroeléctrica de Remolina. En él se pueden practicar deportes náuticos y la pesca, abundando la trucha común, bogas, lampreas, bermejuelas, gobios, y algún barbo. También existe una amplia población de cangrejo señal.
Los
recuerdos de verano, en el viejo Riaño, son muchos. El olor del pan de hogaza
recién sacado del horno, el olor a pueblo con ganaderías, a la hierba recién
segada, la visión mental de la plaza y torre de la iglesia de Nuestra Señora de
Quintanilla, con su fiesta agosteña plagada de hijos del pueblo y visitantes de
todas partes, donde acudía Imanol Arias, hijo del pueblo; el ambiente de sus
ferias, pero sobre todo la belleza de un valle fértil, repleto de huertas y
praderas con abundante ganado, todo dentro de un ángulo que formaban los ríos
Yuso y Esla y muchas, muchísimas jornadas de pesca en la zona, “me obligaban” a
realizar este reportaje.
La
realidad hoy es otra y el agua con todo aquello, ahora da de beber a campos
sedientos y proporciona luz a miles de hogares.
ASÍ
FUE Y ASÍ SE LO CUENTO
El
embalse de Riaño nos recibe con un descenso importante de caudal, según las
marcas en las paredes de la montaña, hasta cerca de 20 metros descendieron las
aguas debido al estiaje y el regadío, pero presenta un buen aspecto. El tiempo
no acompañó en la jornada de pesca. Fuertes ráfagas de aire, lluvia
intermitente, aunque escasa, y el frío, después de un agobiante verano, fueron
nuestros acompañantes.
En
la embarcación lo imprescindible: cañas de pescar a mosca seca, sacadera y
cebos a utilizar. Al final sólo utilizamos streamers, simulando pequeños
pececillos.
La
embarcación se dirige al cañón de Anciles para probar fortuna en las paredes
rocosas. El experto asegura que la pesca se presenta mal por las condiciones
reinantes, pero que alguna trucha conseguiremos. Lo primero que avistamos
fueron una veintena de cormoranes, ave que se ha aclimatado en muchos puntos de
León y que se multiplica considerablemente, año tras año.
Cambiamos
de escenario. Nos adentramos más en el cañón que forman las montañas y donde
desemboca el río Anciles. Allí surge el primer ataque. El susto es de órdago.
El tirón más pero, por no estar atento y la cola de rata floja, la trucha se me
escapó. Era un buen ejemplar, como la mayoría de los que se sueltan. La línea
no puede ir floja y los pececillos tienen que navegar casi a ras de agua, que
se vean pero sin ir por encima del agua. Hay que dejarlos que naveguen y se
muevan aparentando que están vivos, de ahí que de vez en cuando haya que dar un
tironcillo, pero pequeño, porque la embarcación al ralentí se mueve y hace de
tiro. La caña, después del lance hay que bajarla para que el viento no levante
los señuelos.
Por momentos se complican las cosas. No soy capaz de lanzar. El viento cambia de dirección cada poco. Hay que trabajar el lance con un simple juego de muñeca. Lo hago con tan buena fortuna que de repente veo subir a la velocidad de un rayo, un hermoso ejemplar de trucha. El chapoteo es tal que hasta salpica mi objetivo. La primera trucha ha tomado bien el. La caña se dobla que parece que va a romperse. La trucha, después de un rato, es dominada y la sacadera hace que entre en la embarcación. Más de dos kilos de trucha, con una hermosa cabeza, dientes largos y afilados y pintas grandes de color oscuro ¡una delicia verla después otra vez en el agua!
Algunos
ejemplares más mordieron los engaños pero los anzuelos sin muerte dificultan
las capturas. Todas las piezas se encontraban próximas a la orilla. El agua
presentaba una temperatura de 15,6º, aunque el frío reinante marcaba menos
grados en el exterior, 8º. Eran las 13,15 horas y habíamos comenzado la jornada
a las 9,30 horas, poca pesca para tantos minutos. Había que volver al punto de
partida, el Club Náutico de Riaño, donde también, en los meses de verano, se
pueden realizar viajes turísticos por el embalse.
Para los amantes de los ciprínidos apuntar que, deberán elegir el mes de Mayo. Es muy bueno para capturar auténticos “trofeos”, con ejemplares de bogas que superarán el kilo de peso. Para poder acceder a este tipo de pesca se recomienda acudir a las zonas de cola del pantano y las desembocaduras de los ríos y riachuelos, especialmente en la zona próxima a Boca de Huérgano, desembocadura del río Yuso; zona de Vegacerneja, desembocadura del río Orza; y zona de Lario, desembocadura del río Esla.
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