LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona...

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lunes, 5 de julio de 2021

RECORDANDO UNA JORNADA EN EL RÍO PURÓN (Asturias)…

 

Trucha del Purón


Río Purón…¡¡¡un paisaje encantado venido a menos para la pesca…!!!

Una maravilla natural, con aguas filtradas del Cares, hasta su “muerte” en el Cantábrico

 

Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 

Ha sido una de mis mayores decepciones en pesca de los últimos años. Esperaba más de un río que cuando lo conocí hace años, me enamoró.


El Río Purón
es un río más que singular porque NACE A BORBOTONES en la falda de la montaña a los pies de la sierra de la Borbolla. Su agua, cristalina como nunca había visto, es tan abundante en tan corto recorrido que parece increíble. Nada más brotar de las peñas se convierte en río y la primera de cambio, pude hasta ver una enorme trucha que tras divisarnos en la orilla se coló por las ranuras de una roca en medio del caudal de agua. Es un paraíso natural digno de ser vito, contado y alabado.

Un poco más debajo de su nacimiento nos encontramos con los restos de lo que fue una piscifactoría y menos mal que está abandonada desde hace un buen montón de años. Acercarse hasta el nacimiento el río Purón no es nada fácil aunque, tampoco muy complicado con un todo terreno.


En mi primera jornada de pesca en el río Purón, casi a los pies de la población del mismo nombre, allá por 2015, quedé enganchado a este río que sirvió de frontera entre las tribus cántabras de los Selenos y Orgonomescos. Río hermoso y difícil de pescar con poco caudal, por la transparencia de sus aguas.

En aquella ocasión, en compañía de “mis dos Benis”, Lozano y Sánchez, pasamos una gran jornada de amistad, no tanto de pesca efectiva pues, las pintonas aunque salieron, fueron pocas y de tamaños pequeños. Eso sí, con unas libreas espléndidas de colorido y belleza.


LLEGÓ EL DÍA

Sólo esperaba tener la “diosa fortuna” conmigo y el sorteo de los cotos de trucha del Principado me deparó un buen número. Con Javier y Aitor, pescadores con muerte, decidí ir a pescar el Purón e Infiesto, con ellos. Después, sin muerte, pude elegir de lo mejorcito: El Condado, Villamayor, Santillán…


Eran tantas las ilusiones de ir al coto del río Purón que, después de haberlo pescado, la desilusión fue total. No lo volveré coger, seguro.

La entrada, por el punto kilométrico 296 de la carretera general a Santander, N-634, es sinuosa, estrecha y complicada para un coche normal. Se trata de una caleya con bajada pronunciada que está semi escondida por el ramaje y como no sepas donde está es complicado encontrarla.


Tras la bajada inicial, transcurre la pista junto al río en un sombrío natural que en pleno verano será una delicia pero, como la semana anterior a pescar estuvo lloviendo con ganas, casi nos atollamos con el coche, a causa de la blandura de la tierra y pradera. Pese a todo, aquello es “acojonantemente” bello, digno de disfrutar.

Vimos el río nada más bajar del coche y se encontraba espléndido.


Con todas las ganas del mundo montamos nuestras cañas y nos enfundamos las botas.

Había prisa, así que mientras yo terminaba, ellos se adelantaron a pescar a ninfa con caña larga, de las que utilizan para “formiga”. Con mi caña nueve pies de seca, que utilizo para ninfa, igualmente, me dirigí sendero abajo hasta encontrarles. El primero, estaba en la entrada de un pozo hermoso. El segundo, un poco más abajo. Ni uno, ni otro, habían tocado nada en sus primeros lances.


Una vez superados, llegué a la zona del puente sobre el río Purón, puente de madera que sirve de paso a los amantes del Camino de Santiago, por la ruta Cantábrica que por lo visto cada año son muchos más. La tabla que está por encima de dicho puente, con unas corrientes preciosas que caen a unas rocas bajo el mismo puente, no me depararon sorpresa alguna, aunque sí muchos “mirones” con caras de satisfacción ante tanta belleza natural.

Eran los caminantes hacia Santiago de Compostela quedaban prendados de lo que veían y nos miraban, también.

Cuando estaba pescando bajo el mismo puente, desde lo alto me observaba Aitor. Viendo que no tocaba pez y me estaca aburriendo de tanto lance a ninfa, decidí subir por la parte contraria por donde había entrado. Al llegar al puente veo un cartel en el que reza: “máximo 20 personas”, así como un letrero de Coto Truchero Purón.


Nos quedamos observando el paisaje, el río y los peregrinos, con quienes charlamos en ocasiones deseándoles buen camino.

Al poco llega Javier y se pone a pescar las mismas corrientes que había pescado yo y de repente, su caña se comienza a doblar con tirones que denotaban una buena pieza. En honor  la verdad, se trataba de un gran pez que le dio un juego increíble, con mucha emoción pues, ni siquiera Aitor, ni yo podíamos saber si se trataba de de un reo o una trucha, porque estaba debajo del mismo puente y no lo veíamos. Poco a poco, Javi consiguió subirlo y orillarlo. El pez era de más de un kilo pero, no era ni trucha, ni reo, era UN MUIL. Lo disfrutó a tope Javi y una vez en la sacadera, lo soltó otra vez al agua.


Al poco rato, y en la misma tabla consiguió su primera trucha y, curiosamente, de piscifactoría. Después, sacó otra y de río con hermosa librea. Eso nos animó a Aitor y a mí que bajamos de nuevo al río, metros por debajo del puente, en unas caídas preciosas pero, en esto, llegó el guarda que muy atento se dispuso a dialogar con los tres, tras pedirnos la documentación.

Por él pudimos saber que nos encontrábamos en el mejor tramo de pesca aunque, tampoco nos dio muchos ánimos. Por él nos enteramos de que el tramo acotado no es muy grande, sobre kilómetro y medio, que va desde el puente del ferrocarril hasta la desembocadura en el mar. Nos contó que hubo, antiguamente, una central eléctrica y dos piscifactorías, la del nacimiento que ya conocía y otra de producción que hay por encima de donde nos encontrábamos, junto a la nacional 634. Había otra más antigua con balsas de tierra, prácticamente, desaparecida en su totalidad.


Mientras pescaba el inicio de la corriente, él pescaba la parte más baja con caída a un pozo. Siento un chapoteo, miro y era Aitor que había trabado un  buen ejemplar. Era una buena trucha que no quiso saber nada de la sacadera una vez conocido el dolor del anzuelo y se quedó para criar.  A mí, otra, me dio un simple tirón que me puso en tensión.


Ahora les puedo contar que bajamos pescando las zonas conocidas como La Espuma, Los Terreros, Prau Largo, La Encina y La Piedra. Estos dos últimos yo solito, porque Aitor se quedó más arriba y, pese a que la marea había bajado y me dejaba, no quise proseguir hasta la parte final, conocida como Los Anguleros y el Bocal, donde dicen que se pueden pescar buenas especies marinas, truchas mariegas y reos, dicen que incluso salmones, aunque eso seguro fue hace un montón de años.


Aburridos de no tocar pez y de vuelta al puente de madera, Javier se encontraba como nosotros, más o menos. 

En definitiva, pésima jornada de pesca en el Coto del río Purón pasando de la alegría en la llegada, a la tristeza y aburrimiento de la partida, por no tocar escama.

Otra vez será, aunque no se, si volveré al Purón a pescar.

 


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