LIBROS PUBLICADOS POR Eduardo García Carmona...

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martes, 18 de mayo de 2021

El puente de La Omañuela, la capilla de San Salvador y Alfredo “pedáneo y pescador”…

El río Omaña desde el campanario


Una riada en los años 80
se llevó el puente y lugareños, amigos y pescadores contribuyeron a levantarlo

La iglesia de San Salvador y su campanario “vigilan y cuidan las truchas” del río Omaña

Ha pasado de tener 66 habitantes  en 1920, a los 4 habitantes actuales

 


Texto y fotos: Eduardo García Carmona

 

Nunca una pésima jornada de pesca me ha dado para escribir tanto y no de pesca. No era mi intención pero si no se pesca, las horas hay que distribuirlas en otros menesteres y, los recuerdos “a lomos del campanario” de la iglesia de San Salvador, en La Omañuela, ha hecho posible un repaso a mi propia historia de pescador por aquellas aguas.


DESDE EL CAMPANARIO DE SAN SALVADOR

Tras una jornada mala, muy mala de pesca en el coto de La Omañuela donde cuatro amigos: José Luis, Benito, Chingli y yo nos juntamos para disfrutar, sólo dos de ellos consiguieron llevarse algunas (pocas) truchas a la mano. José Luis y yo nos conformamos con “el rosco” y entre los otros dos no llegaron a los dedos de una mano. Una pena.

Cansados de patear las orillas y el río Omaña, José Luis y yo nos dedicamos, tras comer en el área recreativa, a conocer un poco más La Omañuela, lugar de quedada de miles de pescadores a lo largo de cada temporada. Es el encanto de éste tramo acotado y el de la zona libre que se encuentra por encima del puente.


Hicimos una visita al campanario de la iglesia tras comprobar que la entrada a la iglesia continúa trancada con la llave antigua, además de un candado a mayores.

El soportal de entrada, con un particular escaño o tronco que sirve para aposento, con un tapial enfrente como cobijo y defensa para el visitante y viajero pescador es la mejor defensa para los aficionados a la pesca en días de lluvia.


Una empinada escalera bordea el exterior de la iglesia y nos lleva hasta el campanario, hace algún tiempo restaurado. Dos campanas con buen sonido al golpear los badajos, dan muestra del poderío de las mismas para la comunicación entre lugareños. Aún al día de hoy son el mejor vehículo de transmisión de buenas nuevas, o malas, dependiendo del momento. Escaso bagaje para una mínima población que según Alfredo, quien fuese pedáneo de la localidad, llegó a tener casi cien habitantes en sus mejores momentos. Hoy, en invierno sólo viven cuatro o cinco vecinos y todos metidos en el envejecimiento clásico de los pueblos donde la juventud no quiere morar, salvo para las fiestas del pueblo.


Desde el campanario y con el ventanal del que cuelga el “bronce tañido”, los dos elementos que tiene la iglesia nos muestra el lugar de confección de las mismas, Saldaña (Palencia).

Por los ventanales se otea el río Omaña y toda la localidad, que tampoco está compuesta por muchas casas, unas 20, y todas deshabitadas en invierno.

El campanario de la iglesia de San Salvador es el “vigía” del río, también.

Allí surgen los recuerdos.


DEL VIEJO AL NUEVO PUENTE

A finales de los años 70 del pasado siglo, tuve la oportunidad de pescar por primera vez el coto de La Omañuela. Después han sido muchas veces más con jornadas de gloria pesquera, de disfrute, amistad y familia.


Viendo el puente de madera llega a mi mente el antiguo que conocí, sin protección lateral. Era un puente construido por los lugareños a base de troncos de árboles talados, reforzando con tierra y tapines para que ganado al pasar no metiese las patas y quedase atrapado. Estaba envejecido como su población pero daba servicio.


Con la llegada de los años 80, un día cualquiera que fui a pescar con Maelín el de Santa Olaja, Pepe y Bagardi, junto con nuestras respectivas familias y niños, comprobamos que del puente no quedaba nada. Miento, quedaban cuatro maderas. Se lo había llevado el río Omaña en un invierno “loco” donde las nieves que traen bienes, llevaron la desolación a los habitantes de éste pequeño núcleo poblacional.


Como no hay mal que por bien no venga, que se anuncia en el dicho popular, lo que parecía una tragedia, que en verdad lo fue, se convirtió en solución y el alcalde pedáneo, Alfredo (hoy con 94 años y un excelente aspecto) puso “manos a la obra” y con la ayuda del pueblo, amigos y pescadores volvió a poner sobre las aguas del río EL PUENTE. También colaboró el ayuntamiento, Riello, La Diputación y otras entidades pero, en principio fue la acción ciudadana y la “colecta” entre pescadores y visitantes la que hizo posible que el empeño del pueblo se hiciese realidad.


Desde el campanario recordé aquellas cien pesetas con las que contribuimos cada uno de los cabeza de familia que acudíamos a pescar el coto. Además, comprábamos miel y huevos que eran excelentes. Ahora, nos contaba Alfredo, “no quedan ni gallinas” en el pueblo.


Si el dinero recaudado era destinado al puente, la carretera de acceso desde Pandorado a La Omañuela era una necesidad acuciante para las gentes del lugar. Era un acceso de tierra y piedras que, en invierno, era difícil y complicado de usar, especialmente en la bajada con la curva cerrada que había en la entrada de la localidad donde nuestros coches, principalmente a la vuelta de la jornada de pesca, patinaban sin remisión en aquella curva cerrada y empinada. Fueron otras entidades como la Diputación de León la que se encargó de ensancharla y asfaltarla años más tarde. ¡Milagro!


La Omañuela, con el recuerdo de años hace se muestra a mi ojos, como un pueblo “abandonado”, sin moradores. Un pueblo triste. Viven cuatro o cinco en invierno y el que fuese su pedáneo, Alfredo, tiene 94 años, poco menos el resto. Buena parte de las casas están abandonadas. Es la despoblación que sufren los núcleos rurales en toda España. Una lástima.


De ahí que los pescadores siempre sean bienvenidos a La Omañuela porque, al menos, traen la alegría humana un lugar ensordecido por la falta de otros ruidos que no sean el agua, viento o algún ladrido de los perros, que también son pocos, por no decir que uno sólo.


La Omañuela, un lugar entrañable, tranquilo y bello para el visitante y enmudecido” para los cuatro moradores del lugar salvo en verano donde visitantes acuden a la zona de recreo y merenderos y a darse un chapuzón para refrescar la piel en los días más tórridos del verano de Las Omañas y romper la paz y silencio de la localidad.


El día 6 de Agosto, es el “día de la O” porque además de celebrarse la fiesta del patrono, San Salvador, llegan los “hijos del pueblo” principalmente asentados en tierras asturianas, principalmente en Oviedo y Gijón.


ALFREDO, PEDÁNEO, PESCADOR Y MONTADOR DE MOSCAS


Capítulo aparte merece el que fuese alcalde pedáneo de La Omañuela, allá por los años 80 de nombre ALFREDO, "don Alfredo", quien con 94 años continúa paseando por el puente acompañado de su bastón y el perro. Ya no es el puente de ramas, maderas y tapines de las praderías próximas, no, no es el puente que se llevó el río en una crecida loca que casi se lleva hasta la iglesia. Es el nuevo puente que por su propia iniciativa como máximo responsable local, disfrutamos todos los que acudimos a pescar.

Alfredo, Alfredin o Alfredillo, como le recuerdan algunos pescadores a los que siempre “seducía” con sus historias de la gran trucha bajo la pilastra del puente, se muestra dicharachero con nosotros cuando le preguntamos. A la vez, mantiene las distancias pero se le nota que le seduce el diálogo.


Alfredo pasea su soledad reflejada en las aguas del Omaña, su río, del que sacó miles y miles de peces en sus buenos años que, incluso ayudaban a la economía familiar.

Alfredin era un consumado montador de moscas para la pesca que vendía entre los pescadores que acudían a la zona. Otra forma de sustento. Algunos aún le recuerdan con un carió especial porque no se escondía y mostraba su “sabiduría de pesca” a quien le solicitaba consejo o información. Algunas de sus moscas eran especiales para el Omaña. Ninguno de los consultados ha sabido decirme como eran pero los recordaban por su efectividad y porque no eran moscas al “uso”. Era el conocimiento que daban los días, semanas, meses y años, muchos años observando el río y los peces.



Ahora, a sus 94 años
muy bien llevados, continúa saliendo todos los días a pasear y observar el río y los peces.

Alfredo comenta, ya no es igual que antes pero aún tiene buenas truchas el Omaña. Se ha notado una importante mejoría”.


Qué alegría escucharle éstas palabras cuando le grabamos con nuestro teléfono realizando una entrevista. Por cierto, preguntó si era para la prensa o la tele…jajaja


Alfredo es un personaje singular y me atrevo a decir que único de los que hay que conservar “aunque sea en formol”.

Alfredo, Alfredin, Alfredillo…94 años llenos de batallas ganadas plagadas de historias, muchas historias que algún d´ñia nos contará con más tiempo aunque éste pasa rápidamente pero, como nos apuntó: “ya estoy vacunado y por eso no llevo mascarilla”.


Estaría bueno DON ALFREDO si está usted en plena naturaleza. Que Dios le guarde muchos años y que algún día nos muestre “sus secretos de pesca”. Gracias.
Río Omaña desde el área recreativa.

1 comentario:

Jesus Florez fernandez dijo...

nunca puso decir que en el río "se había notado una notable mejoría "" ya que es todo lo contrario