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El río Omaña desde el campanario |
Una
riada en los años 80 se llevó el puente y lugareños, amigos y pescadores
contribuyeron a levantarlo
La
iglesia de San Salvador y su campanario “vigilan y cuidan las truchas” del río
Omaña
Ha
pasado de tener 66 habitantes en 1920, a
los 4 habitantes actuales
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
Nunca
una pésima jornada de pesca me ha dado para escribir tanto y no de pesca. No era mi
intención pero si no se pesca, las horas hay que distribuirlas en otros
menesteres y, los recuerdos “a lomos del campanario” de la iglesia de San
Salvador, en La Omañuela, ha hecho posible un repaso a mi propia historia de
pescador por aquellas aguas.
DESDE
EL CAMPANARIO DE SAN SALVADOR
Tras
una jornada mala, muy mala de pesca en el coto de La Omañuela donde cuatro
amigos: José Luis, Benito, Chingli y yo nos juntamos para disfrutar, sólo dos
de ellos consiguieron llevarse algunas (pocas) truchas a la mano. José Luis y
yo nos conformamos con “el rosco” y entre los otros dos no llegaron a los dedos
de una mano. Una pena.
Cansados
de patear las orillas y el río Omaña, José Luis y yo nos dedicamos, tras comer
en el área recreativa, a conocer un poco más La Omañuela, lugar de quedada de
miles de pescadores a lo largo de cada temporada. Es el encanto de éste tramo
acotado y el de la zona libre que se encuentra por encima del puente.
Hicimos
una visita al campanario de la iglesia tras comprobar que la entrada a la
iglesia continúa trancada con la llave antigua, además de un candado a mayores.
El
soportal de entrada, con un particular escaño o tronco que sirve para aposento,
con un tapial enfrente como cobijo y defensa para el visitante y viajero
pescador es la mejor defensa para los aficionados a la pesca en días de lluvia.
Una
empinada escalera bordea el exterior de la iglesia y nos lleva hasta el
campanario, hace algún tiempo restaurado. Dos campanas con buen sonido al
golpear los badajos, dan muestra del poderío de las mismas para la comunicación
entre lugareños. Aún al día de hoy son el mejor vehículo de transmisión de
buenas nuevas, o malas, dependiendo del momento. Escaso bagaje para una mínima
población que según Alfredo, quien fuese pedáneo de la localidad, llegó a tener
casi cien habitantes en sus mejores momentos. Hoy, en invierno sólo viven
cuatro o cinco vecinos y todos metidos en el envejecimiento clásico de los
pueblos donde la juventud no quiere morar, salvo para las fiestas del pueblo.
Desde
el campanario y con el ventanal del que cuelga el “bronce tañido”, los dos
elementos que tiene la iglesia nos muestra el lugar de confección de las
mismas, Saldaña (Palencia).
Por
los ventanales se otea el río Omaña y toda la localidad, que tampoco está
compuesta por muchas casas, unas 20, y todas deshabitadas en invierno.
El
campanario de la iglesia de San Salvador es el “vigía” del río, también.
Allí
surgen los recuerdos.
DEL
VIEJO AL NUEVO PUENTE
A
finales de los años 70 del pasado siglo, tuve la oportunidad de pescar por
primera vez el coto de La Omañuela. Después han sido muchas veces más con
jornadas de gloria pesquera, de disfrute, amistad y familia.
Viendo
el puente de madera llega a mi mente el antiguo que conocí, sin protección
lateral. Era un puente construido por los lugareños a base de troncos de
árboles talados, reforzando con tierra y tapines para que ganado al pasar no
metiese las patas y quedase atrapado. Estaba envejecido como su población pero
daba servicio.
Con
la llegada de los años 80, un día cualquiera que fui a pescar con Maelín el de
Santa Olaja, Pepe y Bagardi, junto con nuestras respectivas familias y niños,
comprobamos que del puente no quedaba nada. Miento, quedaban cuatro maderas. Se
lo había llevado el río Omaña en un invierno “loco” donde las nieves que traen
bienes, llevaron la desolación a los habitantes de éste pequeño núcleo
poblacional.
Como
no hay mal que por bien no venga, que se anuncia en el dicho popular, lo que
parecía una tragedia, que en verdad lo fue, se convirtió en solución y el
alcalde pedáneo, Alfredo (hoy con 94 años y un excelente aspecto) puso “manos a
la obra” y con la ayuda del pueblo, amigos y pescadores volvió a poner sobre
las aguas del río EL PUENTE. También colaboró el ayuntamiento, Riello, La
Diputación y otras entidades pero, en principio fue la acción ciudadana y la
“colecta” entre pescadores y visitantes la que hizo posible que el empeño del
pueblo se hiciese realidad.
Desde
el campanario recordé aquellas cien pesetas con las que contribuimos cada uno
de los cabeza de familia que acudíamos a pescar el coto. Además, comprábamos
miel y huevos que eran excelentes. Ahora, nos contaba Alfredo, “no quedan ni
gallinas” en el pueblo.
Si
el dinero recaudado era destinado al puente, la carretera de acceso desde
Pandorado a La Omañuela era una necesidad acuciante para las gentes del lugar.
Era un acceso de tierra y piedras que, en invierno, era difícil y complicado de
usar, especialmente en la bajada con la curva cerrada que había en la entrada
de la localidad donde nuestros coches, principalmente a la vuelta de la jornada
de pesca, patinaban sin remisión en aquella curva cerrada y empinada. Fueron
otras entidades como la Diputación de León la que se encargó de ensancharla y
asfaltarla años más tarde. ¡Milagro!
La
Omañuela, con el recuerdo de años hace se muestra a mi ojos, como un pueblo
“abandonado”, sin moradores. Un pueblo triste. Viven cuatro o cinco en invierno
y el que fuese su pedáneo, Alfredo, tiene 94 años, poco menos el resto. Buena
parte de las casas están abandonadas. Es la despoblación que sufren los núcleos
rurales en toda España. Una lástima.
De
ahí que los pescadores siempre sean bienvenidos a La Omañuela porque, al menos,
traen la alegría humana un lugar ensordecido por la falta de otros ruidos que
no sean el agua, viento o algún ladrido de los perros, que también son pocos,
por no decir que uno sólo.
La
Omañuela, un lugar entrañable, tranquilo y bello para el visitante y
enmudecido” para los cuatro moradores del lugar salvo en verano donde
visitantes acuden a la zona de recreo y merenderos y a darse un chapuzón para
refrescar la piel en los días más tórridos del verano de Las Omañas y romper la
paz y silencio de la localidad.
El
día 6 de Agosto, es el “día de la O” porque además de celebrarse la fiesta del
patrono, San Salvador, llegan los “hijos del pueblo” principalmente asentados
en tierras asturianas, principalmente en Oviedo y Gijón.
ALFREDO,
PEDÁNEO, PESCADOR Y MONTADOR DE MOSCAS
Capítulo
aparte merece el que fuese alcalde pedáneo de La Omañuela, allá por los años 80
de nombre ALFREDO, "don Alfredo", quien con 94 años continúa paseando por el
puente acompañado de su bastón y el perro. Ya no es el puente de ramas, maderas
y tapines de las praderías próximas, no, no es el puente que se llevó el río en
una crecida loca que casi se lleva hasta la iglesia. Es el nuevo puente que por
su propia iniciativa como máximo responsable local, disfrutamos todos los que
acudimos a pescar.
Alfredo,
Alfredin o Alfredillo, como le recuerdan algunos pescadores a los que siempre “seducía”
con sus historias de la gran trucha bajo la pilastra del puente, se muestra
dicharachero con nosotros cuando le preguntamos. A la vez, mantiene las
distancias pero se le nota que le seduce el diálogo.
Alfredo
pasea su soledad reflejada en las aguas del Omaña, su río, del que sacó miles y
miles de peces en sus buenos años que, incluso ayudaban a la economía familiar.
Alfredin
era un consumado montador de moscas para la pesca que vendía entre los
pescadores que acudían a la zona. Otra forma de sustento. Algunos aún le
recuerdan con un carió especial porque no se escondía y mostraba su “sabiduría de
pesca” a quien le solicitaba consejo o información. Algunas de sus moscas eran
especiales para el Omaña. Ninguno de los consultados ha sabido decirme como
eran pero los recordaban por su efectividad y porque no eran moscas al “uso”.
Era el conocimiento que daban los días, semanas, meses y años, muchos años
observando el río y los peces.
Ahora,
a sus 94 años muy bien llevados, continúa saliendo todos los días a pasear y
observar el río y los peces.
Alfredo
comenta, “ya no es igual que antes
pero aún tiene buenas truchas el Omaña. Se ha notado una importante mejoría”.
Qué
alegría escucharle éstas palabras cuando le grabamos con nuestro teléfono
realizando una entrevista. Por cierto, preguntó si era para la prensa o la tele…jajaja
Alfredo
es un personaje singular y me atrevo a decir que único de los que hay que
conservar “aunque sea en formol”.
Alfredo,
Alfredin, Alfredillo…94 años llenos de batallas ganadas plagadas de historias,
muchas historias que algún d´ñia nos contará con más tiempo aunque éste pasa
rápidamente pero, como nos apuntó: “ya
estoy vacunado y por eso no llevo mascarilla”.
Estaría
bueno DON ALFREDO si está usted en plena naturaleza. Que Dios le guarde muchos
años y que algún día nos muestre “sus secretos de pesca”. Gracias. |
Río Omaña desde el área recreativa. |