Cómo he disfrutado pescando en el coto de BACHENDE “El Internacional”
Texto: Eduardo García Carmona
Fotos: E.G.Carmona y otros
Hoy me he levantado alegre, feliz y satisfecho. Entre mis sábanas estaba acompañado de “soledad”. No, no se trata de soledad (mujer), si no de otra amiga que nos acompaña a todos en ocasiones: LA SOLEDAD con mayúsculas.
Antes de
despertar confieso que he gozado como hacía tiempo que no lo hacía soñando. He vuelto a estar en el río de “mis recuerdos leoneses”, aquel que conocí de niño cuando vivía en Olleros de Saberos, aquel que disfruté pescando con Maelín el de “Santa Olaja”, con Pepín, con Vicente, ambos “bancarios en el Banco Central” de la capital leonesa, con Pablo “Bagardí” que nos dejó bastante joven, lugar que ocupó posteriormente su hijo Gonzalo en la cuadrilla de pesca, ¡qué tiempos!
Entre la nostalgia he vuelto a salir a pescar al “río de mis sueños” como lo hacía hace 50 años. Me refiero al río Esla y, como “la cabra tira al monte”, siempre me aproximo, de una u otra forma, a Riaño, al Riaño de antes de 1987, el que tenía sabor a pueblo de montaña y hasta un Parador Nacional muy próximo, en La Puerta. Aquel Riaño de disfrute y amistades, con muchas actitudes buenas de sus gentes y donde el olor a estiércol se hacía agradable, tanto como los cariños de sus gentes curtidas por inclemencias, sacrificios y trabajos. Aquellos chopos que se clavaban en los cielos junto a las praderas próximas a la carretera general hacía San Glorio o al Pontón, hacia Cantabria y Asturias.
El caso es que metido en mi sueño gocé viendo lo que hacía cuando lo disfrutaba en vida y me metí, sin permiso, a pescar en Bachende “El Internacional”, que así se le conocía.
Qué
bonito sobrenombre o apellido el del desaparecido coto de Bachende, “El
Internacional” pero, por algo se le conocía por el mismo. Este acotado fue uno
de los más antiguos de la provincia de León y me atrevo a decir que con las
mejores truchas. La verdad es que lo fue todo como coto entonces, con
celebraciones de Campeonatos de España inolvidables donde triunfaba, Manuel
Martínez Reglero, el de Ezpeleta.
Metido en mi sueño, transitaba para llegar a este coto por los accesos que aún recuerdo, accesos que eran muy cómodos.
¿Quién
no conoce, de una u otra forma, dónde estaba el viejo Riaño?
Era
la parada principal para pescar en Bachende, donde tomaríamos el café justo a
la entrada, al lado de la gasolinera, en
la tienda-bar de Enrique.
Desde León, había que salir en dirección a Mansilla de las Mulas. Al pasar el puente, a la entrada de esta población, se podía saber cómo bajaba el río Esla. Desde Mansilla hasta Huelde todavía quedaban muchos kilómetros de carretera.
A
la salida de Mansilla se notaba el bullicio de muchos veraneantes que poblaban
desde primeros del mes de julio la capitalidad de “la Pícara Justina”, de La
Estrella, la sala de fiestas con más renombre de León donde Pencho, su dueño, siempre con su bigote a “lo
Jalisco”, era “el rey”.
Cogíamos la carretera a Cistierna pasando poblaciones a la margen izquierda del Esla como La Aldea del Puente, Quintana de Rueda, Villahibiera, Quintanilla y más allá, Vidanes, cuna que fue del Padre Isla.
Toda
la ribera es un vergel gracias a las aguas del Esla. Son ricas sus huertas e
inmensas sus arboledas.
En
mi sueño tengo cerca Cistierna, está a un paso, después de pasar Sorriba,
localidad a la puertas de Cistierna donde paro a comprar unas teclas, dulce que
preparan de forma exquisita y donde existía un hotel que “un fraile Agustino”
creó pero cerrado desde hace muchos años. Una pena porque se comía muy bien.
Aquí cambia totalmente el panorama, pasando de la planicie a la montaña.
Pasada Cistierna, localidad famosa por otros dulces típicos, los lazos de San Guillermo, el río Esla no deja de acompañarnos, unas veces por una margen y otras por la otro pero, siempre un Esla señorial y altivo en unos tramos, con prisa en otros y los más, en verano, sosegado y tranquilo, mostrándonos sus entrañas llenas de piedras que cobijan a nuestra trucha común, no como ahora.
Después,
Aleje, Verdiago...y llegamos a Valdoré, otro gran acotado. Tenía, cuando el
Esla era Esla sin controlar, unas tablas de pesca sensacionales, cómodas para
el pescador, con lindas praderas para el asueto y una trucha de gran calidad.
Carretera adelante, sigue nuestro paseo hacia Huelde. Nos metemos en Crémenes, popular por su importante corro de aluches (lucha leonesa), y donde termina otro coto, el de Las Salas.
Antes
de entrar en Crémenes, admiramos el puente que conduce, por la otra orilla del
Esla, hasta Villayandre y, donde son muchos los pescadores que se daban cita
para pescar en la zona libre.
Después,
Las Salas... ¡adiós querida Manuela, Serafín, Loli, Belén y demás buena gente!
Como estoy soñando veo de frente el muro del pantano, aún sin cerrar sus compuertas y el letrero pintado en rojo con una palabra DEMOLICIÓN en l aparte posterior. A la derecha, la carretera de Remolina y el arroyo del mismo nombre que va a caer al Esla.
Metidos
en el túnel, el frescor se agradece, mientras salpican las gotas de agua la
luna de nuestro coche. Al salir, miramos y remiramos lo que nuestros ojos
alcanzan. Toda la grandeza natural de aquellos lares algún día, se cerrará a
nuestro ver, oír y sentir. Qué pena porque así fue posteriormente.
El
camino que resta es corto hacia el destino final. A la vista está el puente de
Huelde y Casa Pedro, parada obligatoria del pescador, donde siempre éramos bien
atendidos y donde siempre que voy, me deleitaba el paladar con un riquísimo
vino blanco amontillado, fresquito, que no sé de donde lo traía Pedro pero, que
estaba delicioso, recuerdo. Con el vino llegaba la charla y las preguntas: ¿qué
tal las truchas? ¿A qué hora se mueven?... ¿Y el río?... Eran las
preguntas rutinarias de todos los
pescadores.
E
El "Internacional", el coto de Bachende, t
erminaba precisamente aquí, en el puente de Huelde. Más allá estaba el comienzo, en el puente de Bachende antes de enfilar la última curva y coger después la recta que nos lleva hasta Riaño, aquél Riaño. Antes, en el recorrido, nos encontrábamos con un paraje ideal, bonito cien por cien, con duras rocas que vigilaban a un lado las praderas y arboledas y, siempre con el Esla por medio que tenía en este acotado tablas largas y hermosas para disfrutar del lance pescando. Justo en el medio del acotado, el arroyo de Anciles. A su lado la estrecha carretera que nos llevaba, siempre entre rocas, a ese hermoso pueblecito, Anciles, más vivo y más real, ahora en verano, que en invierno, cuando estaba poco habitado y solitarias sus callejuelas. ¡Qué fuente tenía Anciles, con agua pura, cristalina y fría! Fuente que tenía historia, la historia de los pastores que llegaban de Extremadura.
Todo el coto de Bachende era bueno para la práctica de la pesca y fácil de caminar aunque, era más apta la margen que está pegada a la carretera, donde encontrábamos praderas y mucha arboleda. Enfrente, a los pies del Esla, la montaña con sus rocas blanquecinas, por eso era más difícil el pescar en ese lado.
El sueño se remonta al verano de 1982 y es que “realmente” estoy pescando. El río Esla baja mermado, muy mermado en su caudal. Es aconsejable pescar al sereno tanto de la mañana y como el del atardecer. Se recomienda no acercarse mucho a las orillas, por la transparencia de las aguas y pescar siempre aguas arriba.
Aunque todo el acotado era bueno para el arte de pescar destacaba, entre otros, el comienzo del coto desde el puente de Bachende, con unos buenos rápidos de agua. También es excelente el final. El tramo desde el puente de Huelde, terminación del coto aguas arriba, tenía una tabla hermosa para el lance. Me refiero a la tabla de "el puerto", donde los pescadores disfrutábamos de lo lindo con la bravura de esta trucha que tenía Bachende.
Eran
muchos los aficionados que pescaban en este acotado a cebo, pues estaba
permitido. Se conseguían, por la mañana temprano, excelentes ejemplares en la
zona del pozo de la "S", o en el de los "peñones".
El
acotado de Bachende fue una maravilla para el pescador, con el recreo visual de
un paraje sin igual y un contraste bello y hermoso, el verdor de los prados,
arboledas y las rocas blanquecinas reflejándose en las limpias aguas del río
Esla.
Mi
tocayo, Eduardo Redondo, era el guarda de este acotado que, vigilaba con esmero
y cariño, siendo respetuoso y atento
para el pescador. ¡Un amigo, vamos!
Qué
gran jornada de pesca recuerdo en mi sueño. Que gran día pasamos la cuadrilla
porque en mi sueño volvieron a acompañarme Pablo “Bagardi”, Maelín del de Santa
Olaja (Ismael) y Pepín el bancario. Vicente en aquella jornada no pudo estar
con nosotros.
Volví a trabar mi gran trucha plateada, aquella que conté en mi pregón de la Semana Internacional de la Trucha de León, aquel gran ejemplar que siempre recordaré bajo la luna de una noche maravillosa que tras sentirle y “sufrirle” se quedó para criar mientras mis lamentos se oyeron en toda la montaña de Riaño. Que gran ejemplar.
Precisamente
mi sueño finalizó cuando “mi soledad del coronavirus” me hizo volver a la
realidad tras sufrir la pérdida de dicho ejemplar por segunda vez, aunque ahora
en sueños.
Adiós Bachende, hermosura de acotado que lo fue, de rica y sabrosa trucha. Lo dejo con pena en el corazón pensando que, a no pasar mucho tiempo, toda la zona estará inundada, sumergida entre las tinieblas oscuras de agua en su espesor perdiendo todo ese encanto, esa belleza de su alrededor, por culpa de la agonía sedienta de otras tierras de Castilla y León.
¡Hasta
siempre Bachende, porque nunca podrás salir de mi mente, con imaginación y
recuerdo repleto de imágenes bellas!
Al
poco tiempo de realizar este sueño ocurrido en 1982, aquél coto conocido como
el “Internacional”, se lo tragó, como a todo el valle de Riaño, las aguas de
los ríos Esla y Yuso, una vez cerradas las compuertas del muro del pantano de
Remolina un 31 de diciembre de 1987.
No hay comentarios:
Publicar un comentario