Mis primeras carpas y carpínes…
En
1953 la Carpa Royal es introducida por el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y
Caza, en el embalse de Encinarejo de Andújar Las Lagunas de Ruidera (Ciudad Real) (Jaén) y en Las Lagunas de Ruidera
(Ciudad Real)
Texto
y fotos: Eduardo García Carmona
La
pesca de la carpa común o royal y del carpín dorado o anaranjado, en Canarias,
es una gran desconocida para la gran mayoría de los aficionados isleños.
Sabedor de que algunos se dedican a pescarla en los embalses que existen en el
centro y sur de Gran Canaria como los de Soria, Chira, Las Niñas e incluso
otros más pequeños como el de Los Pérez, me dispuse a realizar una prueba
intentando pescarlos, además de a cebo,
a mosca y estreamer.
He
pescado carpas una vez en mi vida. Fue en tierras leonesas, concretamente en El
Bierzo, y para
informar en el periódico local, Diario de León, donde colaboraba
en temas de pesca especialmente de trucha común que allí es un auténtico furor
con casi 50.000 licencias de aficionados. Se celebraba en la localidad de Santa
Marina del Sil el anual Festival de la Carpa que organizaba el Centro de
Iniciativas Turísticas de aquella localidad, con Ángel González a la cabeza, y
al que siempre acudía “la voz de oro” de la radio española, Luís del Olmo
Marote.
Aquel
día de verano, en el embalse de Bárcena, jamás lo podré olvidar. Son muchos los
motivos, pero especialmente uno: el ganador de concurso lo hizo con un único
ejemplar pescado entre 50 participantes. Creo que fue el peor año de los muchos
que llevaba celebrándose el festival de exaltación a este pez en Santa Marina
del Sil.
Mis
dos compañeros de aventura, Juan Moreno Tascón y Gerardo García Merino al igual
que yo lo probamos todo con tal de sacar alguna carpa pero, no entraron ni
siquiera a “higos” recién cogidos de una higuera próxima. Desde entonces mis
cañas nunca más sirvieron para intentar pescar este pez, ni allí, ni en ningún
otro lugar, hasta que llegué a la isla de Gran Canaria.

En
los ocho años que estuve viviendo en las islas afortunadas he pescado un poco
de todo: viejas, sargos, besugos, jureles y mil especies más que existen en las
aguas que rodean esta isla. Me estoy animando a acudir a otras como El Hierro y
Fuerteventura, de las que me hablan maravillas. No me olvido, ni olvidaré, a
mis ríos de León y a la “singular pintona”, la reina de aquellas aguas.
Curiosamente, resulta que del agua dulce pasé al agua salada y como si el agua
dulce me persiguiese he vuelto a pescar en ellas aunque no en un río, si no en
el embalse de Los Pérez, de la Comunidad de Regantes del Norte de Gran Canaria,
situado en un lugar con una naturaleza espléndida, llena de vida y color.

El
mar se puede ver desde la zona de la cumbre, en la que nos encontramos, montaña
y pinar que nos adentra en el océano abriéndose al valle de Agaete entre riscos
y montañas volcánicas, entre desniveles increíbles que producen vértigo, entre
pinares que invaden con su presencia y aroma, la vista y el olfato. Es el pinar
de Tamadaba que fue sustento para moradores de estos lares y devoción con “La
rama” o “enramá”, como la llaman en otros lugares de la península, para las
gentes del valle de Agaete el día de la fiesta grande. La fiesta de La rama se
celebra a primeros del mes de Agosto. Se trata de uno de los más claros
ejemplos de fiesta aborigen de la isla. Todo gira sobre el mito del agua y el sexo. Los guanches pedían agua y fertilidad al cielo bajando
desde el pinar de Tamadaba ramas que llevaban hasta el mar golpeándolas contra
las aguas, al ritmo de música y baile. Esta fiesta congrega a miles de canarios
llegados, incluso de otras islas.

Más
allá del pinar y el valle, aguas adentro del Atlántico, entre nubes, casi
palpamos el Teide, ¡alucinante! La isla de Tenerife, en días claros, está a
“tiro de piedra”. En barco se llega en 60 minutos. Con la imaginación y la
vista, en segundos.
La
carpa común o royal y carpín dorado o anaranjado es lo que menos esperaba
encontrarme en Gran Canaria. Tampoco podía salir del asombro cuando mi amigo
Arcadio, de Agaete, me llevó a conocer la montaña próxima a esta localidad, o
como dicen aquí: la cumbre y el pinar de Tamadaba, que se encuentra a 1.444
metros de altitud. Una carretera empinada y estrecha como la mayoría de las
carreteras de montaña de la península. Curvas y más curvas y, al final, un
pequeño embalse seguido de otro, por encima de éste.
La
mayor sorpresa fue comprobar, desde el muro del embalse, una procesión de
peces, de gran tamaño, navegando por la orilla derecha. ¡Son carpas, son
carpas! Carpas y de un tamaño que podían rondar los 2 y 3 kilos.
Realizadas
las pertinentes gestiones en el servicio de pesca canario para tener licencia
de pesca en regla, nos lanzamos a la aventura de la carpa.
Primero
había que conocer a nuestros protagonistas: carpa y carpín, por lo que había
que documentarse y me encontré sorpresas interesantes.
El
primer documento de piscicultura referente a la carpa, data del año 460 antes
de Cristo y se debe a un asiático, Fan Li. Según éste, la población de carpa se
concentraba en las áreas del Mar Caspio, Mar Negro, Mar Aral, zona del Danubio
y Asia. La carpa, en Europa se introdujo en los siglos XII y XIII. Existe una
referencia, de Alejandro Magno, que data del año 1260. El primer tratado sobre
carpicultura específica es de 1547, debido a Janus Dubravius.

En
España la carpa fue introducida por los romanos pero no es hasta 1953 cuando la
Carpa Royal es introducida por el Servicio Nacional de Pesca Fluvial y Caza, en
el embalse de Encinarejo de Andújar (Jaén) y en Las Lagunas de Ruidera (Ciudad
Real), donde se soltaron 1.000 y 20.000
alevines, respectivamente, procedentes de la piscifactoría existente en
Aranjuez. Años posteriores, hasta 1963, se fueron repoblando aguas de diversos
ríos y embalses de Madrid, Lérida, Valencia, Zaragoza, Ávila, Albacete,
Granada, Cuenca, Córdoba, Cáceres, Málaga y Guadalajara. En las Islas Canarias,
fue en 1963 cuando se soltaron 10.000 alevines, en los diversos embalses
existentes, aclimatándose muy bien, pese a los rangos de pH en las aguas que
oscila entre los 5º y 9º, niveles más bien bajos.

Sobre
los cebos idóneos para pescar la carpa, poco hay escrito. Cada pescador tiene
su cebo favorito y según la zona de la península o las islas Canarias, se
utilizan unos u otros. Hemos probado pescarlas a mosca, aunque lo normal es
hacerlo con maíz, patata cocida sola o cocida con anís, patata cocida con
azafrán, trigo, pan, todo tipo de peces pequeños, boquerones, gobios, colas de
cangrejo, hígado freso…un rosario de diferentes cebos y a todos entran.
La
carpa capturada de mayor tamaño, en España, de la que se tiene referencia, fue
un ejemplar de 32 Kilos, pescado en el embalse de Santillana (Madrid), en 1981
y otra de 30 kilos en la presa El Molinillo, en Ciudad Real, el mismo año.
Ejemplares de 20, 21 y 22 kilos, respectivamente, fueron capturados en El
Vellón (Madrid), río Bullarque (Ciudad Real) y Colmenar Viejo (Madrid).
Aunque
en nuestro país no se explota comercialmente la producción de carpa destinada
al consumo alimentario, en otros países europeos la carpa forma parte
importante de la alimentación. Mientras en Gran Bretaña se producen unas 30
toneladas anuales, en Chequia se producen 16.000 toneladas y en Ucrania 44.000
toneladas, estando la carpa presente en la dieta diaria de sus pobladores.
Del
carpín dorado o anaranjado se tienen menos referencias. También procede de Asia
y se encuentra en aguas de todo el mundo.
Existen
multitud de variedades ornamentales de diferentes formas y colores, si bien
como pez pescable, la primera referencia data 1758.
El
carpín pertenece a la familia de los ciprínidos
y se caracteriza por ser un pez que se puede reproducir sin la
intervención del macho.
Este
pez, al igual que la carpa, vive en aguas estancadas o de corrientes débiles,
en remansos de ríos, charcas, embalses y lagos. Prefiere fondos cenagosos y
abundante vegetación sumergida. Es muy resistente a las temperaturas elevadas
del agua y la escasez de oxígeno.
El
tamaño del carpín difiere notablemente de la carpa Royal. Lo normal es
conseguir ejemplares de 20 a 30 centímetros, aunque también se han conseguido
algunos de hasta 50 centímetros, con pesos que rondan los 4 y 5 kilos, en la
Comunidad Valenciana.
En
la jornada de pesca que les relato, he intentado pescar con tres moscas
diferentes: estreamer de color naranja, poco plomado; tricóptero confeccionado con pelo de ciervo y una mosca
común, especialmente confeccionada para esta ocasión por el montador y amigo,
Paco Redondo, de Peñaranda de Bracamonte
(Salamanca), formaban la terna o banco
de pruebas para pescar carpas en Canarias. Lo intenté de todas las formas:
individualmente, por parejas y en trío con boya. No hubo manera de engañar a
las carpas o los carpines.
A
fondo, dejando bajar el estreamer y manteniéndolo con pequeños movimientos o
tironcillos. Con estreamer y tricóptero, uno a fondo y el otro por encima, a
unos 50 centímetros. Tampoco. A imitación de mosca común, flotando. Menos. Las
tres moscas juntas, formando una cuerda donde el estreamer era el rastro sumergido.
Menos aún.
Después
de tanta probatura y tan poco éxito, el tedio pudo conmigo viendo como mi
compañero de pesca, Daniel González sacaba con cebo de maíz cocido, una
tras otra y, también, carpines. Cansado de hacerle fotos decidí cambiarme al
cebo maíz.
Reconozco
que he practicado poco la pesca a cebo y que no soy “devoto” de su práctica
pero, enganchar los granos de maíz en el anzuelo no tiene mayor historia.
Desde
la orilla de embalse, Dani me anima. Me deja libre el recodo donde él se
encontraba pescando y decido probar suerte.
Una
bandada de patos aterrizó a nuestro lado quitándonos la paz que reinaba en una
naturaleza sin par. Curiosamente, lo que parecían patos salvajes en la
distancia eran patos de granja. Pese a asustar a las aves acuáticas de allí no
se movían por lo que decidimos seguir pescando. Según lanzábamos el cebo y al caer
en el agua el señalizador, los patos acudían a su encuentro una y otra vez. Un
suplicio. Decidimos darles lo que pedían, cortando de la barra de pan de
nuestra merienda, un trozo y lanzándoselo al agua en dirección contraria a la
que nos encontramos pescando. Mano de santo.
En
lugar de engodar la zona de pesca, lo hacíamos para que los patos nos dejasen
pescar. Así fue como pude conseguir mis primeros ejemplares de carpas y
carpines.
Cuando
la carpa toma el señuelo los tirones son secos y continuos. Cuando el
señalizador se hunde completamente, un simple giro de muñeca hacia arriba y la
pieza queda enganchada al anzuelo. La primera sacudida es la que más se nota.
El pez intenta meterse hacia el fondo del embalse. Busca refugio, aunque poco
puede hacer ante un buen carrete e hilo del 28. Cuando la carpa está próxima a
la orilla y las piedras o maleza están próximas, el pez vuelve a intentar
soltarse. Es el final de la lucha.
Cuando
toco escama, nunca mejor expresado, compruebo la mucosidad o babilla que rodea
el cuerpo de este pez. Las escamas son grandes y estas están irregularmente
repartidas en su cuerpo, encontrándose el mayor número de ellas en la zona del
lomo. Son escamas grandes, fuertes y cortantes pese a que el ejemplar no era de
proporciones exageradas. Me imagino como pueden ser si la carpa pesase
alrededor de los 20 kilos o más. Vamos, habría que cogerla con guantes
especiales.
Destrabado
el anzuelo, el pez vuelve al agua verdosa-amarronada el embalse de Los Pérez.
Mientras
comemos la merienda y los patos nos persiguen en busca de alimento, dejamos las
cañas pescar solas. Poco nos dejan degustar la tortilla de patata porque una caña está con el puntero
doblado hacia el agua. Los tirones se suceden. Hay que acudir a la carrera para
sujetarla y que no caiga al agua. Primeros
tirones y poco más. Cuando el pez
está subiendo hacia la superficie, compruebo que se trata de un carpín de color
anaranjado chillón, de barriga panzuda y de cortas dimensiones. La cola es de
color blanquecino y tiene algunas manchas en el resto de aletas. Las
anteriormente conseguidas eran de color anaranjado homogéneo, sin manchas
blancas.
Saboreamos
la merienda y tras seguir disfrutando un buen rato más, decidimos volver a casa.
Satisfechos y sorprendidos a la vez que encantados con una jornada de pesca en
agua dulce que no nos podíamos haber imaginado con anterioridad en la isla de
Gran Canaria.
Había
que doctorarse en la pesca de carpas y carpines y tuvo que ser en Canarias, que
le vamos a hacer.